La cultura escolar en tiempos de disrupción educativa

Posted: 05/11/2021
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Por Gerardo Lugo Rengifo





El tema de la cultura escolar es en sí mismo complejo. El solo hecho de hablar de cultura implica una cantidad de acepciones y usos que pueden incluso contraponerse, pero por lo general se complementan y solo llegan a expresar las miradas parciales de quienes hacen esfuerzos de ofrecer una definición y ponerla en práctica en su contexto institucional.

En la escuela se va constituyendo un determinado ambiente, acciones, procesos y costumbres, por lo general movidas por la inercia que inyecta la dinámica “natural” del sistema educativo o por propósitos, fines e inspiraciones propias de la misma institucionalidad, de los grupos de poder o interés, o por las fuerzas vivas que se adhieren a una urdimbre ideológica, axiológica, carismática o espiritual; además de los modelados que producen o movilizan los diversos tipos de liderazgos que se desarrollan en las variadas experiencias educativas.

De acuerdo con diversos autores que se han dedicado al estudio de la cultura escolar esta se ha concebido como ese código informal que establece la forma cómo se hacen las cosas en la institución; también se comprende como el sistemas de creencias, valores, estructuras cognitivas generales y significados que pueden establecer la forma de vínculos entre las personas y grupos, llegando a considerarse como el cristal a través del cual los miembros de la comunidad educativa se autoperciben y perciben su contexto, desde el cual actúan.
Esta cultura escolar la va definiendo a su vez el conjunto de reglas, lineamientos, normas e intencionalidades que le confieren una identidad a la escuela y favorece el arraigo y el sentido de pertenencia a la misma; para algunos estas pautas no aparecen escritas y se desarrollan de manera informal y sin prescripción en la experiencia escolar, para otros, solo viene marcado por el proyecto institucional y sus fines bien definidos que impulsan y mueven el sentido histórico de la propuesta.

Una cosa es cierta, la cultura escolar tiene elementos estáticos, que le permiten conservar referentes de identidad y puntos de encuentro simbólicos de fuerza histórica que le confieren valor a la tradición y al sentido originario de la institución. Pero lo que más debe caracterizar la cultura escolar es esa capacidad, que debe ser propia del hecho educativo, de transformarse y cambiar. Una institución que no moviliza permanentemente los elementos constituyentes de su cultura, basándose en principios de apertura al cambio y flexibilidad, puede correr el riesgo de quedarse en supuestos históricos que ya no responden al contexto e inhabilitaría a su comunidad educativa para dar respuestas sociales de acuerdo con los cambios que se dan en el mundo y en la propia región o localidad.

En tiempos donde la vorágine de la sociedad de la información y del conocimiento presiona a todas las instituciones para que den respuesta a los cambios y trasformaciones, la escuela no puede correr el riesgo de quedarse a la expectativa y esperar a que los cambios sean obligados por circunstancias formales, que vienen desde los entes oficiales o las jerarquías formales. La trasformación debe ser intrínseca a la dinámica educativa y connatural a la búsqueda permanente de innovación, creatividad y desarrollo de nuevos conocimientos y experiencias.

La cultura escolar, por lo tanto, va asumiendo ese espíritu de cambio permanente, y va normalizando la posibilidad y capacidad que deben tener todos los miembros de la comunidad educativa al ver que las cosas se pueden hacer de otra forma, que los protocolos se pueden ajustar, que los procesos se pueden revisar y que las dinámicas de la enseñanza, los aprendizajes, la evaluación y las manifestaciones y eventos escolares pueden y deben ofrecer una gestión ágil, con modificaciones, ajustes y pivotes que conducen a la mejora permanente y la búsqueda de niveles superiores de las metas educativas planteadas, en la cual el error y las fallas se hace parte sustancial de las posibilidades de crecer, la cultura siempre debe ser capaz de renovarse a sí misma para evitar el dogmatismo y el anquilosamiento de las prácticas y las experiencias.

La disrupción que hoy se experimenta en el ámbito de la cultura universal, nos va mostrando una fractura frente a la manera de comprender ese modelo de escuela que tiene más de 200 años establecido, y que a pesar de la entrada de las nuevas tecnologías, incluso con la forzosa experiencia de educación a distancia que se ha tenido que tener dada la emergencia sanitaria por la pandemia del Covid19, no logra superarse del todo; por un lado por que la sociedad prefiere una escuela, como institución formal, más estable en el tiempo porque los cambios generan crisis y perturbaciones; y, por otro lado, porque los agentes que actúan dentro de la institución escolar no siempre están dispuestos a asumir los costos que implican esos cambios, o no han sido preparados para ellos, prefiriendo siempre apostar por lo estable y aquello que ya se tiene como seguro; asunto que desfigura el sentido mismos de la cultura escolar y de los procesos de evolución pedagógica.

Lo que plantea la disrupción educativa apunta no solo a transformar los procesos de enseñanza como aspectos de orden didáctico o instruccional, o modificar el currículo, con sus dimensiones de sustento, como el perfil educativo, y de contenidos o habilidades; esta disrupción va a la raíz del sistema y mueve los cimientos de una superestructura que parece resistirse al cambio y la novedad de comprensión del mundo, a pesar de hablar permanentemente de cambio, transformación e innovación. La disrupción educativa trasciende todo el hecho educativo y lo desafía a ser y hacer y ofrecer otra cosa, que implica una apertura paradigmática, sin desestimar ni descalificar lo que hasta ahora hemos hecho y hemos sido en el medio educativo, y todo ello, por su puesto toca la cultura de la escuela, su manera de estar en ella y de gestionarla.

De esta manera, el liderazgo educativo debe hacerse capaz de construir, no solo un discurso de trasformación, sino de activar un discurso y una narrativa que transforman la dinámica escolar; que venga con una fuerza de convencimiento e insufle de agilidad toda la experiencia de la institución, brindando respuestas más rápida a las variaciones que se dan en el contexto y tomando decisiones con la prontitud y certeza necesarias, basadas en información que debe obtener, procesar, analizar y sustentar de forma ágil, para producir los cambios internos e incorporar los cambios exógenos que impulsan los diversos procesos dentro de la escuela.
La realidad de la educación disruptiva implica un enfoque de predominante protagonismo centrado en el estudiante, al que debemos hacerse capaz de madurar progresivamente y responder a las demandas del conocimiento actual y las competencias que le permitirán interactuar con la sociedad emergente en un mundo en el que las tecnologías de la información y la comunicación van marcando la pauta de los procesos sociales y de las experiencias comerciales, industriales y científicas, en la que pronto deben irrumpir para seguir esa ruta de transformación.

Las metodologías ágiles, las miradas multidisciplinares, así como los enfoques de aprendizaje activo y acelerado, contribuyen, junto al enorme impulso de las neurociencias, el estudio de las emociones y los modelos tecnológicos, para que la escuela, como muchas otras organizaciones e instituciones, sea trasformada y se acople a la nueva era. Los docentes que no comprendan y aprendan de esta mirada, no podrán estar en la vanguardia que plantea la disrupción y corren el riesgo de obstaculizar el impulso de esta y ser avasallados por la misma; por ello, la cultura escolar debe impregnarse de este sentido disruptivo de la educación y asumir el impulso sistemático y transformador de la misma.
En la escuela pueden existir regularidades, continuidad y elementos de tradición que mantienes aspectos de identidad y confieren estabilidad institucional, pero siempre que estos no frenen, bloqueen u obstaculicen la necesidad de una gestión ágil y dinámica de los procesos de aprendizaje, y que permitan que el movimiento indetenible de la disrupción educativa haga su labor de empoderar a los estudiantes, así como a los docentes y directivos, en el logro e impulso de experiencias que marquen la renovación permanente en nuevas formas de comprender estas dinámicas, tanto en la dimensión cognitiva de cada miembro de la comunidad educativa, como en el conjunto de aspectos que definen y dan un nuevo significado a la cultura escolar.

Este proceso de disrupción que trastoca la cultura escolar levanta una alerta al liderazgo educativo, cuando se enfrenta a un regreso definitivo a la presencialidad en las escuelas, o a experiencia híbridas, mixtas o bimodales; toda vez que las estrategias implementadas en tiempos de emergencia sanitaria por la pandemia del Covid19 ha dejado grandes experiencias y posibilidades de mejora. Seguramente regresaremos a la misma sede física escolar y esto será emocionante por los vínculos establecidos con dicha infraestructura, pero no será muy positivo si regresamos a la “misma escuela”, a darle continuidad a la misma cultura escolar, con los mismos lastres administrativos, las mismas formas o modelos de gestión, las mismas maneras de enfrentar las problemáticas y crisis del día a día y las mismas estrategias para abordar las experiencias de enseñanza y garantizar los procesos de aprendizaje y las formas de evaluación; no se trata de destruir o acabar con lo previo, sino de permitirle evolucionar desde una mirada novedosa y auténticamente innovadora.

La disrupción educativa, planteada en el escenario de postpandemia y en un episodio histórico de nueva normalidad, implica a su vez una disrupción en la cultura escolar que implique la implementación consciente de nuevas comprensiones de la trama social y pedagógica y de la necesidades emergentes de la cultura global y local, sin perder de vista el propósito fundamental de la escuela, centrado en los estudiantes, permitiendo una experiencia más valiosa para ellos, de crecimiento, de aprendizajes, de desarrollo y de realización.



*Photo by Flat Lay Photos on StockSnap

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