¿Has cultivado altas expectativas en tu comunidad educativa?

Posted: 23/09/2020
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Mi profesor favorito se llamaba Mr. Delman. Fue mi profesor en el primer año de secundaria y era joven, gracioso y siempre nos enseñaba de una manera divertida. Lo que más me acuerdo de el era la relación personal que tenía con sus estudiantes. Sus expectativas eran sumamente altas para cada uno de nosotros, sin embargo, en vez de ser algo negativo, lo que nos comunicaba con esas expectativas era que el sabía que podíamos lograr lo que nos exigía. Cuando pensamos en personas que han tenido un impacto significativo en nuestras vidas, hay un denominador común- creen en nosotros y en nuestro potencial.

El poder de las altas expectativas en la educación se ha reconocido a través de los años por los numerosos estudios a nivel internacional (Rubie-Davies, Hattie & Hamilton, 2006). El efecto Pigmalión describe el impacto de las expectativas que tiene un docente, por ejemplo, en el desempeño y aprendizaje de su estudiante (Rosenthal & Jacobsen, 1968). El docente tiene ciertas creencias de lo que puede esperar del estudiante, eso impacta las acciones del docente hacia el estudiante que en cambio afecta las creencias y consecuentemente las acciones del estudiante. Lo que Rosenthal planteaba es que esas expectativas influyen en la confianza y el esfuerzo del estudiante de tal manera que el estudiante logra lo que el docente cree que puede lograr. John Hattie le trajo atención a este efecto al catalogar, en su meta-análisis, el impacto en los aprendizajes de distintas intervenciones en la educación. Estadísticamente hablando, una intervención tiene el impacto deseado si supera 0.4. En este análisis actualizado en 2018, el variable de más alto impacto de parte del docente y tercer más alto impacto (d=1.29) de todas las intervenciones que impactan los aprendizajes es el de las expectativas altas que tiene un docente por sus estudiantes (Hattie, 2020).

Los estudiantes aprenden y florecen en respuesta a muchas variables, no obstante, este análisis nos demuestra la importancia de lo que piensan los docentes sobre el potencial que tiene cada estudiante. También nos permite reflexionar sobre cómo podemos crear las condiciones en la cultura de nuestras instituciones educativas para que se evidencie de manera sistémica en toda la comunidad. La Universidad de Chicago delinea cuatro mindsets o mentalidades que nuestros estudiantes necesitan interiorizar para su mejor rendimiento escolar (Allensworth et al., 2018, p.13):


  • Yo pertenezco a esta comunidad educativa

  • Yo puedo lograr el éxito académico

  • Mi habilidad y competencia crece con mi esfuerzo

  • Percibo que este trabajo tiene valor.



  • Aunque estas mentalidades del estudiante están interconectadas y son equivalentes en importancia, nos enfocaremos en las últimas tres que se relacionan directamente a las expectativas que nuestros estudiantes pueden lograr y aprender exitosamente. Para el líder, compartimos tres áreas de enfoque donde se pueden movilizar las altas expectativas en todas las aulas para cultivar una manera de pensar y de ser que comunique el alto potencial que existe en nuestra comunidad educativa. (Reynolds, 2016)

    1. Apoyar al docente en el desarrollo, comunicación e implementación de planes de motivación para todas las aulas. Hay una fórmula matemática que se planteó hace muchos años para la motivación del estudiante y del ser humano en general. [Expectativas x valor = motivación] Aterrizado en el aula, la motivación es el resultado de que algo sea valioso, que se perciba como relevante e importante para el estudiante, y a la vez que el estudiante perciba que se puede lograr. Si el valor o las expectativas no existen, la motivación es cero- no puede existir.

    Para que en cada clase haya expectativas de que los estudiantes pueden lograr lo propuesto, necesitan entender y ver como las normas y los procesos apoyan su aprendizaje. Normas de convivencia que están escritas y que se comunican frecuentemente a los estudiantes les explica y recuerda como comportarse y que el enfoque principal es el aprender. Adicionalmente, los estudiantes se motivan más al saber exactamente que se espera de ellos y cuales son las metas de aprendizaje. Tener un norte claro les da a entender como cada tarea, cada clase y cada proyecto se conecta a lo que necesitan, y lo que el profesor sabe que pueden lograr. Las expectativas de comportamiento definen lo que se espera del estudiante en su desempeño académico y como ciudadano de su aula. Las oportunidades de apoyo adicional cuando es necesario también comunican las altas expectativas al indicarles a los estudiantes que no siempre será fácil pero que se han instalado distintas maneras de apoyarlos en aprender a aprender y recibir ayuda para entender conceptos y completar proyectos más retadores. Grupos de docentes en comunidades profesionales podrían trabajar en equipo para desarrollar procesos y expectativas que fomentan la motivación y el compromiso de los estudiantes en su propio aprendizaje.

    2. Establecer las altas expectativas en el aprendizaje. Las altas expectativas se enlazan de manera inextricable con los logros académicos para los estudiantes. La meta es que los estudiantes puedan saber como desempeñarse de tal manera que puedan entregar productos de alta-calidad y demostrar el dominio de las competencias relevantes en cada curso que llevan. El docente les facilita el interiorizar esto a través de la demostración de productos ejemplares; sean ejemplos de soluciones a problemas matemáticos o un ensayo escrito como ejemplo. Aunque tendemos a enseñar paso por paso, muchas veces los estudiantes necesitan entender como se integran los conceptos y “verlo” en su totalidad. Una manera de lograrlo en el aprendizaje es el uso de las rúbricas que pueden ser diseñadas por los docentes o que tiene evidencia de alto impacto cuando son desarrolladas por los mismos estudiantes. Por último, considerar un cambio paradigmático en como vemos el rol del estudiante influye enormemente en las altas expectativas. Ver al estudiante como protagonista de su aprendizaje, diseñar experiencias de aprendizaje que lo involucra de manera activa e instalar procesos que requieren el rendir cuentas por su trabajo posiciona al estudiante como alguien que puede “controlar” su destino educativo.

    3. Diseñar e implementar prácticas de calificación. Las prácticas que usamos para calificar a los estudiantes normalmente no son modificables por los docentes ya que son parte de todo el sistema educativo. Sin embargo, hay algunos cambios que cultivan las altas expectativas y el desempeño de los estudiantes. Por ejemplo, la comunicación frecuente del progreso y aprendizaje de los estudiantes dirigido a ellos mismos y a los padres de familia tiene varios beneficios. Aunque sea de manera breve, los estudiantes necesitan entender donde “están” en su aprendizaje y como mejorar su desempeño si fuera necesario. Para los padres, actualizarlos de manera rutinaria les comunica como pueden apoyarlos desde casa y que son nuestros aliados o socios con la meta común de que sus hijos puedan lograr los aprendizajes esperados.

    Calificar todo lo que se les asigna a los estudiantes como tarea, trabajos escritos, proyectos les comunica que hacerlo es lo que se espera de ellos. Cuando estudiantes hacen algún trabajo escolar que no se califica, el valor de hacerlo baja y la probabilidad para algunos de seguir haciéndolo o entregándolo disminuye. La calificación no debe de ser algo punitivo. Un trabajo entregado seguido por una sesión de retroalimentación entre docente y estudiante puede producir resultados positivos en la motivación del estudiante especialmente cuando se integran los componentes críticos de la retroalimentación efectiva: comunicando donde han logrado demostrar aprendizaje, precisando de manera accionable lo que necesitan mejorar y apoyando como hacerlo. Aquí, también, el uso de las rúbricas de un producto deseado puede ser de gran ayuda. Los estudiantes igual que nosotros, necesitan retroalimentación positiva y que los aliente a mejorar y aprender.

    Si analizamos nuestro contexto y nuestras comunidades educativas, hay distintas áreas donde podríamos enfocar la mejora. Fomentando una cultura de altas expectativas apoyamos el desarrollo hacia un sistema de alto rendimiento para todo estudiante y docente. Ser constantes con estas prácticas es clave. Esto también implica cultivar las altas expectativas que tenemos para nuestra comunidad de docentes. Comunicándoles continuamente a través de nuestras interacciones informales y reuniones formales que todos pueden lograr lo que se espera de ellos modelamos la comunicación que cultiva las altas expectativas y transmitimos que confiamos en su capacidad para lograr el aprendizaje profundo con cada estudiante. A partir de esa confianza en el éxito de nuestros docentes y estudiantes que se puede lograr la verdadera magia que es aprender y, colectivamente, la mejora continua de los aprendizajes en los sistemas educativos.


    Para más sobre la cultura de altas expectativas puedes acceder a:



    Una grabación de nuestro Café Virtual con Gabriela Monteza de Enseña Perú sobre la cultura de altas expectativas en YouTube bit.ly/3bWw2aR

    Nuestra página web donde encontrarás el Café Instantáneo de esta sesión con un toolkit de recursos http://edvolutionperu.com.pe/









    Referencias



    Allensworth, E.M., Farrington, C.A., Gordon, M.F., Johnson, D.W., Klein, K. McDaniel, B., & Nagaoka, J. (2018). Supporting social, emotional, & academic development: Research implications for educators. Chicago, IL: University of Chicago Consortium on School Research.

    Farrington, C.A. (2013). Academic mindsets as a critical component of deeper learning. William and Flora Hewlett Foundation.

    Feather, N. T. (1982). Expectancy-value approaches: Present status and future directions. In N. T. Feather (Ed.), Expectations and actions: Expectancy-value models in psychology. Hillsdale, NJ: Erlbaum.

    Hattie, J. (2020, September 15). Hattie Ranking: 252 influences and effect sizes related to student achievement Visible Learning. https://visible-learning.org/hattie-ranking-influences-effect-sizes-learning-achievement/

    Reynolds, M. C. (2016). Ten strategies for creating a classroom culture of high expectations. Southern Regional Education Board.

    Rosenthal, R, and L. Jacobsen. Pygmalion in the classroom: teacher expectation and pupils’ intellectual development. New York: Holt, Rinehart and Winston, 1968.

    Rubie-Davies, C., Hattie, J. & Hamilton, R. (2006). Expecting the best for students: Teacher expectations and academic outcomes. British Journal of Educational Psychology. 76(Pt.3):429-44


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